viernes, 31 de diciembre de 2010

UN 2011 DIGNO

Una vez lei sobre un concurso de microrrelatos de terror en el que el ganador decía así: "Érase una vez la realidad" FIN.

En estas fechas, se suele desear "lo mejor", "toda la felicidad", "que se cumplan tus deseos"... y entiendo la bondad que subyace tras esas palabras, pero no me las puedo creer. Puedo ilusionarme con cosas pequeñas del día a día, pero no puedo tragarme ni conmoverme con esos deseos tan desbordados. Por eso, yo os deseo la cualidad de apreciar lo pequeño en el día a día, de no esperar que grandes sucesos ocurran, que aprendamos a querernos y que cada error sea visto como un punto de partida para algo nuevo.

Un beso fuerte

lunes, 20 de diciembre de 2010

EL DOLOR DE LA LUCIDEZ

He comentado en varias ocasiones que el azar es juguetón (y muchas veces "caprichoso", como canta Serrat) y le pone una y mil veces la zancadilla al pensamiento lógico. ¿Por qué buscando una canción de jazz para colgar en este blog, me topo de bruces con Federico Luppi dando una clase a futuros maestros? Es un link que guardé hace ya varios meses, secuestrado de uno que dijo ser mi amigo durante un tiempo en Facebook (la temporalidad y la vacuidad de ese título de "amigo" con el que se juega tan alegremente, no deja de sorprenderme, cosa que con estos años no debería ocurrirme).
Este argentino, canoso, de voz rápida y firme, siempre me trasmite seguridad. Creo que cualquier cosa que Luppi me dijera me la creería: "Despierten en sus alumnos el dolor de la lucidez, sin límites, sin piedad". La lucidez duele y a todos nos entra un instinto incontrolable de convertirnos en sanitarios del otro. Para ello tenemos palabras-vendaje y caricias-tirita, mentiras de betadine y montones de analgésicos, antidepresivos, hipnóticos, ansiolíticos, alcoholes... que anulen el dolor que la realidad nos inflige. Hay personas molestas: las que no nos ponen pañitos calientes ni nos dan golpecitos en la espalda, las que no nos dicen lo que queremos oír, sino lo que necesitamos oír.
Aquí lo dejo. Sólo recordar que hay que despertar al dolor de la lucidez. Sin piedad.

SUPERNOVA

Yo tenia una amiga. Yo tenía una amiga y creía en ella. Me enseñó senderos de la risa por los que hacía tiempo que no transitaba. Me arropó cuando el frío de otras ausencias me recorrió la espalda. Y secó mis lágrimas al llorar y también al reír. Yo tenía una amiga, bella al sol como los campos de trigo y oscura dama camuflada tras palabras que enhebraba en el espacio. Mi amiga se enamoró y compartimos juntas la felicidad de su amor. Mas el que decía ser su amor no quiso compartir con ella la felicidad de su amistad, de nuestra amistad. Y mi amiga dejó de creer en mí. Y mi amiga transformó la desconfianza en ausencia. Mi amiga, brillante y refulgente en mi cielo como una estrella, resultó ser una supernova: explotó y desapareció. La echo de menos y no sé dónde buscarla, porque ella ya no es. Los espacios que fueron nuestros fueron derruidos por el ácido de la duda. Le tendí mi mano y sólo la estrechó el silencio. Aún creo escuchar el sonido de su voz, diluido en el humo del cigarrillo. Pero ya no está y no es dolor lo que siento; sólo un desahucio más en el corazón. (20.12.2010)

jueves, 2 de diciembre de 2010

AMOR CON SESENTA

Esta tarde ha venido a la consulta una paciente que llevaba 20 años viuda. Hace unos meses, cumplió 62. Es guapa, de ojos verdes muy vivos, con el pelo corto, bajita y algo regordeta, pero su mirada y su sonrisa son limpios y parecen puentes que te invitan a pasar. Venía con un señor de pelo canoso, apenas guapo y, de entrada, de aspecto serio. Ella, Nati, ha empezado a hablar con su tono meloso, a desplegar sus dolores y molestias y, cuando se dirigía a la camilla, lo ha abrazado a él desde atrás y me ha dicho: Es mi marido. Nos casamos hace un año. Y le brillaban los ojos como a una adolescente. Me decía: Me mima mucho y me gusta. Y yo le replicaba: Espero que tú también lo mimes a él. Él hacía como que no nos oía, sentado en su sillón, aparentemente distraído. Mientras la exploraba, me decía: Él también tiene sus achaques. Te lo tengo que traer. Y yo le respondía: Y a estas edades, ¿quién no tiene algún achaque? Y los dos se reían. Él me comentaba: Pusimos la lista de boda en la Farmacia de abajo de casa y ella se sonreía, picarona, con dos hoyuelos en las mejillas y un brillo intenso en sus ojos. Así que no pude evitar decirles, pinchada por un poquito de envidia: Nunca te había visto tan guapa, ni tan tontita... Y él, afirma: eso, eso, está muy tontita... Sesenta y tantos años y un amor de dieciséis. Me parece precioso, entrañable... Se ríen juntos, comparten dolores -de huesos y de amores perdidos-, se miman... Se ACOMPAÑAN. Compañeros. Preciosa palabra para compartir el camino. Compañeros. Para que el frío del invierno sea más luminoso. Compañeros. Un anhelo... Una esperanza (1.12.2010)