domingo, 19 de septiembre de 2010

VISIÓN BORROSA


Se sentó frente al oculista y le dijo: A veces no veo, todo se me queda borroso, como un bulto que no puedo definir. El médico se acercó a él. Con unas gotas le dilató las pupilas y, a través de una lente, se asomó al interior de sus ojos. Con unas pinzas extrajo imágenes que se habían quedado apelmazadas en la retina: una traición tatuada en la piel de una mujer, un pedazo de ambición resquebrajado oculto tras la ausencia de un hijo un domingo por la tarde, recuerdos de caricias que se transformaron en grilletes para nuevos placeres, decisiones que no se tomaron y que se atoraron tras el lacrimal... Con mucho cuidado desenganchó una humillación profesional que se había ensartado en la tristeza de un cumpleaños solitario. Conforme iban saliendo los residuos de dolores antiguos, enconados y opacos, su visión se fue volviendo más nítida, más precisa y, por fin, pudo contemplar y contemplarse. Se vio y se sintió desnudo, peligrosamente libre. Y tuvo miedo. Deseó recuperar el amuleto de frustraciones que lo volvían ciego, pero sabía que una vez que uno empieza a ver, no hay forma de volverse atrás. Con un vértigo nuevo instalado en su pecho y en las plantas de los pies salió de la consulta del médico, con unas gafas de sol para protegerle del brillo que se desprendía de él mismo.

4 comentarios:

  1. Genial. Tus escritos son precisos, con un punto inquietante, envolventes y turbadores.
    Me gustan peligrosamente.
    sergio

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  2. Gracias, Sergio. Me gusta que te guste peligrosamente...

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  3. Si siempre que te distraes, escribes cosas tan bonitas como las que hasta ahora he leído, me gustaría que tu distracción durara más.

    Pilar

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  4. Gracias Pilar por tus palabras. La verdad es que últimamente ando dispersa, más que distrahuida, pero espero volver a ponerme manos a la obra.
    Un abrazo

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