domingo, 21 de noviembre de 2010

LA MUJER DEL LIENZO


Cuando leyó sus palabras por primera vez, comenzó a dibujarla. Cada frase que ella enunciaba, cada pespunte de letras que se deslizaba a través de la pantalla, le proporcionaba a él nuevos colores, nuevas texturas, con las que irla perfilando. Con adjetivos tiñó de marrón su pelo y lo hizo sedoso; los adverbios, sobre todo aquellos redundantes y sonoros, fueron hilvanando el perfil de sus brazos y muslos. Con las metáforas dibujó su sonrisa y con abundancia de hipérboles diseñó sus ojos y su vientre. En largas noches dialogadas fue pincelando hombros, caderas y uñas de los pies, hasta que de un oxímoron nacieron sus senos y su sexo. Y le gustó lo que vio: se admiró de la pureza que desprendía la figura de su lienzo, la figura de Ella, su Ella: las sombras, los relieves, la magnífica perspectiva en la que estaba encuadrada. Estaba preparado para verla emerger de la tela, para estrecharla en sus brazos y hacerla suya. La contemplaba y se sentía satisfecho de su obra, de la hermosa mujer que él había creado traduciendo las palabras de Ella en la imagen parafraseada del cuadro.
El día en que al fin se vieron cara a cara él no la reconoció. Sólo era una mujer corriente sin nada que ver con la belleza que guardaba su cuadro. Ella se quedó sin palabras para él y él se marchó a refugiarse en la soledad de los brazos de la mujer del lienzo. (21.11.2010)

Imagen: Intentando lo imposible (R. Magritte)

1 comentario:

  1. Como siempre las palabras justas y precisas salen de tus manos, pero no hay que olvidarse que sólo era un retrato, el original siempre tiene mil matices más, mucha más riqueza y plenitud, el original, sobre todo, está lleno de vida, cosa que la mujer del lienzo, nunca alcanzará...

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